domingo, 13 de febrero de 2011

Un paso inexorable hacia la normalización


El pasado nueve de febrero entregaron en el Ministerio de Interior los estatutos de un nuevo partido político, Sortu. En el acto de presentación se mostraron contrarios a cualquier tipo de violencia, entre ella, “sin ambages”, la de ETA. Es decir, cumplen todos los requisitos de la Ley de Partidos, aquella creada expresamente para intentar ahogar políticamente a la izquierda abertzale.

Sin embargo, pese a que el discurso está acompasado a la normativa, el Estado quiere entorpecer el proceso de legalización de Sortu, exigiendo la condena de forma retroactiva de todos los atentados anteriores. El conflicto vasco necesita de la flexibilidad, el debate y la participación de todas las fuerzas sociales y políticas para llegar al inexorable proceso de paz, sin que visiones maniqueístas y totalitarias lo mutilen. Resulta paradójico que el Partido Popular, que ha evitado formular condena alguna a los crímenes del franquismo, anhele con tanta vehemencia impedir la creación de la formación política.

Dejar sin opción de voto a un sector tan representativo (llegaron a obtener cifras en las elecciones superiores al 20%) de la sociedad vasca es una conducta antidemocrática que difícilmente se puede justificar. Además es evidente la arbitrariedad con la que actúa el Estado en este caso. ¿Hasta qué punto y de qué manera se puede puede considerar a alguien relacionado con ETA si nunca militó en ella? Es doloroso que un grupo armado asesine para luchar por la consecución de un objetivo, sin embargo, es más inquietante que un estado ilegalice corrientes políticas. Carlos Fernández Lozano.

domingo, 6 de febrero de 2011

Aun con cautela, esperanza en el Magreb


Este inicio de 2011 está marcado por los levantamientos populares surgidos en el norte de África, que desde Túnez se extendieron, con distinta intensidad, a Argelia, Libia, Jordania o Egipto. Las revueltas tienen un evidente carácter social, con un especial protagonismo de la juventud. Las reivindicaciones comunes son, a grandes rasgos, libertad, justicia, acabar con los regímenes y su corrupción.

Es loable la determinación de los norteafricanos de movilizarse contra unos gobiernos que cercenaban sus condiciones de vida, sumergiéndoles en la pobreza y en una existencia sin esperanza, mientras unas élites se enriquecían y se perpetuaban en el poder.

Sin embargo, pese a que el paso más importante ya está dado, ahora se abren varios interrogantes en el futuro político de estos países. Por un lado, es innegable la amenaza de que los sectores religiosos más radicales se hagan con el poder. Por otro, el objetivo de los países occidentales de tutelar la transición hacía regímenes más (aún) favorables a sus intereses. El comportamiento de los ejércitos, históricamente sustentadores de estos gobernantes, será clave para determinar el curso de los acontecimientos.

Es por ello que las sociedades del Magreb deben comprender que no terminó la lucha para conseguir una verdadera justicia social y libertad. Sin embargo, ya han enseñado la capacidad que puede tener un pueblo para revelarse contra la represión, por dura que ésta sea, y su innegable fuerza de acción. Sin duda, han dado una valiosa lección al mostrar el camino de la emancipación para los pueblos africanos. Carlos Fernández Lozano